El otro Guayaquil que también cambió


En Medellín hay un sector llamado Guayaquil.

Denominar una calle o un barrio  tiene como objetivo rendirle tributo a otra localidad, ya sea por la cercanía geográfica o un gesto de hermandad. En la mayoría de los casos eso nace como un tributo, pero la historia que se esconde detrás de la denominación de un barrio en Medellín es otra.
En las calles sus pobladores no saben por qué el barrio se llama así, piensan que no es por la ciudad en la costa de Ecuador y los que lo sabían parece que la historia se encargó de borrarlo. Para los paisas, la connotación del nombre es negativa, y hasta de cierta manera despreciable. Tan solo al pronunciarlo les lleva a recordar lugares donde mujeres ofrecen sus servicios y no precisamente para conocer la ciudad.
Quien  conoce a las dos localidades sabe que tienen grandes similitudes tanto en su estilo como en su lucha por ser importante. La ciudad de Guayaquil durante muchos años tuvo una debacle en su infraestructura, mala organización vehicular y en la calidad de vida, con esto parece que convivió el sector antioqueño hasta su intervención en este siglo. 
El barrio Guayaquil comenzó su historia a finales del siglo 19 cuando se construyó la plaza de mercados, hasta ese momento, ícono. Esta construcción fue un referente para la época, pero quién diría que muchos años después se convertiría en su principal problema. Mientras que la ciudad batalló mucho por ser colonizada, según cuenta la historia, tan cuestionada muchas veces, tuvo que pasar por tres procesos fundacionales ya que tribus locales (huancavilcas) quemaban la construcción de los españoles en el siglo XVI hasta que por fin se establecieron a orillas del Cerro Verde (hoy Santa Ana).
Para un guayaquileño talvez esta era una señal de una ciudad que no quería ser colonizada, que se resistía al cambio, que quería evitar que su nombre sea denigrado. Vivir en la ciudad y luego conocer el sector es extraño, son tantas las similitudes que sorprende tanto que pocos ciudadanos sepan por qué se relacionan.
Partiendo que para ambas los ríos son importantes, en el caso de la ciudad el Guayas ha sido partícipe y figura principal del crecimiento de la urbe y además un puente los une con otras localidades. Mientras que para el barrio el puente, construido a finales de 1800, es símbolo de historia, ya que aún se encuentra en pie pese al paso del tiempo, aunque está alejado de la zona sigue siendo su símbolo de unión.
Su naturaleza comercial es algo que las asemeja. Comerciantes de ropa,  ferreterías, venta de materiales de construcción y artículos varios es lo que se encuentra en sus más de 16 cuadras y la ciudad no se queda atrás donde su impulso también lo es por la presencia del puerto.  Y es que parece que Guayaquil tiene como destino transformarse en el corazón comercial de cualquier localidad. Esto sin contar el clima cálido que acompaña cada jornada y la tenacidad de su gente que dan empuje cada día para salir adelante.
Plaza de Luces de Medellín
Hasta ahora no se podría explicar por qué el nombre trae consigo un pasado oscuro para la ciudad, pues la obra que tendía a convertirse en un ícono de desarrollo, al poco tiempo fue abandonada y se transformó en un problema. En los múltiples intentos por recuperarla se instalaron entidades gubernamentales, se la nombró como plaza Amador y luego Cisneros, como se detalla en la obra de Octavio Vásquez titulada Guayaquil por adentro. Actualmente en este espacio se levanta la Plaza de Las Luces, poco visitada, pero con un juego luminoso nocturno, la renovación llegó a principios del 2000.
Esta historia no es ajena para la ciudad, hasta la década del 90, la urbe vivía una época de oscurantismo, con calles llenas de basura y su malecón, ícono actual, totalmente deteriorado. Desde esa época se buscó darle una nueva cara y se emprendió su regeneración de sitios turísticos y barriales. Ahora ambas localidades que comparten nombre están en un proceso constante de transformación.
Pese a que todo cambio parece dejar un futuro prometedor, quienes vivieron la época del gran Guayaquil, añoran el tiempo donde su fortaleza era su gente como María, vendedora de bebidas en la zona. De acuerdo a ella, la zona representaba el corazón de los paisanos, donde todos se conocían y daba de cierta manera seguridad. Y es que siente que le han arrebatado parte de su esencia, de su pasado, de su infancia, su lugar donde se crió.
Ahora bien, hasta ahora no se entiende cómo una zona tan próspera para la ciudad, logró tener una connotación negativa. Rubén Restrepo, quien trabaja en la zona y vive en el municipio de Bello, cuenta que fue porque en el sector habitualmente se encontraban casas de citas y aún se mantiene ese significado, que es el que los más jóvenes recuerdan, aunque también lo conocen como ‘guayaquileando’. Al parecer bien ganado por lo que vivieron los paisas o por lo que lo fueron transformando.
Sin embargo, hay varios mitos acerca de su nombre, pero todos dirigen hasta la ciudad. Una versión que para quién viene de Guayaquil quiere que sea la real y otra que aprovechó una calamidad y quiere olvidarse.
En el libro Vejeces se relata que cuando se inauguró la calle principal se instaló una cantina donde los trabajadores y curiosos se reunían. Inicialmente se le dio el nombre de Sopetrán, sin embargo, un día Venancio Calle dijo: “Protesto contra el nombre de Sopetrán que se la da a la cantina. Sopetrán no es bastante cálido para equipararse con el divino líquido; lo único que se le acerca es Guayaquil, en el centro del Ecuador. Propongo, pues, el cambio de nombre”. Y con un hurra quedó el nombre que pensó el pueblo.
La segunda versión es de la periodista Adriana Mejía, en su crónica Una lágrima por Guayaquil, en esta relata que el nombre del barrio viene de la ciudad cuando hubo una epidemia de fiebre amarilla.
No podía terminar este texto sin olvidar que en el barrio Guayaquil, la música predominaba. En la ciudad tenía relevancia el pasillo con su Julio Jaramillo, mientras que en el barrio, el tango con Carlos Gardel se lleva la admiración. Quien la recuerda se trasladaba al mismo Abasto, donde el cantante argentino forjó su historia, pero en Medellín terminó siendo leyenda. Y justo Alonso Galdini tiene un tema que añora lo que fue este sector:

“Ya tu plaza Cisneros no existe, los paisanos no sé dónde han ido, los cafés Santa Cruz, La Loretta hasta el Golfo también se acabó… Guayaquil dónde están los recuerdos del ayer”, recuerda este tango paisa.

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